El día más caluroso del verano mamá pata escuchó de repente… ¡cuac,
cuac! y vio al levantarse cómo uno por uno empezaban a romper el cascarón.
Bueno, todos menos uno.
- ¡Eso es un huevo de pavo!, le dijo una pata vieja a mamá pata.
- No importa, le daré un poco más de calor para que salga.
Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente
diferente al resto. Era grande y feo, y no parecía un pavo. El resto de
animales del corral no tardaron en fijarse en su aspecto y comenzaron a reírse
de él.
- ¡Feo, feo, eres muy feo!, le cantaban
Su madre lo defendía, pero pasado el tiempo ya no supo qué
decir. Los patos le daban picotazos, los pavos le perseguían y las gallinas se
burlaban de él. Al final su propia madre acabó convencida de que era un pato
feo y tonto.
- ¡Vete, no quiero que estés aquí!
El pobre patito se sintió muy triste al oír esas palabras y
escapó corriendo de allí ante el rechazo de todos.
Acabó en una ciénaga donde conoció a dos gansos silvestres que,
a pesar de su fealdad, quisieron ser sus amigos, pero un día aparecieron allí
unos cazadores y acabaron repentinamente con ellos. De hecho, a punto estuvo el
patito de correr la misma suerte de no ser porque los perros lo vieron y
decidieron no morderle.
- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden! - pensó el
pobre patito.
Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que
vivía con un gato y una gallina. Pero como no fue capaz de poner huevos también
tuvo que abandonar aquel lugar. El pobre sentía que no valía para nada.
- ¡Qué grandes son! ¡Y qué blancos! Sus plumas parecen nieve.
Dese con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos
y se dio cuenta de que seguía siendo un animalucho feo.
Tras el otoño, llegó el frío invierno y el patito pasó muchas
calamidades. Un día de mucho frío se metió en el estanque y se quedó helado.
Gracias a que pasó por allí un campesino, rompió el frío hielo y se lo llevó a
su casa el patito siguió vivo. Estando allí vio que se le acercaban unos niños
y creyó que iban a hacerle daño por ser un pato tan feo, así que se asustó y
causó un revuelo terrible hasta que logró escaparse de allí.
El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo,
muerto de frío y a menudo muerto de hambre también. Pero a pesar de todo logró
sobrevivir y por fin llegó la primavera.
Voló hasta donde estaban y entonces, algo llamó su atención en
su reflejo. ¿Dónde estaba la imagen del pato grande y feo que era? ¡En su lugar
había un cisne! Entonces eso quería decir que… ¡se había convertido en cisne! O,
mejor dicho, siempre lo había sido.
Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta
entonces la vida le había negado y aunque escuchó muchos elogios alabando su
belleza, él nunca acabó de acostumbrarse.
Autor:Hans Christian Andersen
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El Patito feo
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El Patito feo
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